Te escribo esta carta con la sospecha de que tardará en llegar, pues no estará a la altura y entonces, después de un lento desgaste de revisión perpetua, muy probablemente se encuentre cara a cara con su destino de ser borrada. Además, desconozco tu verdadero paradero y vos muy bien desconocerás el mío. No sé quién lo sabrá mejor, pero los perfeccionistas amamos ocultarnos, y por las dudas preferimos que los demás no se enteren de nuestra existencia, allí radica nuestra esperanza de "perfección perfecta".
¿Y si hiciéramos como si arrojáramos una botella al mar? Cortázar decía que así "se operan las comunicaciones profundas, lentas botellas errando en lentos mares". Pero cierto, los perfeccionistas no confiamos en las olas, ni en el viento, ni en el sucundum. Recordarás todavía aquella vez en que apareció una mosca en nuestro club y entonces nunca más nos volvimos a reunir.
Sin embargo algo me urge todavía a escribirte, aunque sea inacabadamente. Y es que todavía me resuenan las palabras que Martha Graham dijo a su alumna, cuando esta quería dejar de bailar por no poder hacerlo tan bien como su maestra (palabras que, además, quiso el destino me llegaran a través de una buscadora que aprendió a vivir sin corset): "Existe una energía, un impulso vital, una fuerza que se convierte en acción a través de tu yo, y como hay un solo tú desde el principio de los tiempos, esa expresión es única. Si impides su materialización, no existirá a través de ningún otro medio y se perderá. El mundo no contará con ella. No es cosa tuya determinar si es buena, qué valor tiene o cómo es comparada con otras expresiones. Es cosa tuya establecer tu autoría, clara y directamente, pero, por sobre todo, es cosa tuya mantener el canal abierto. Ya sea que hayas elegido tomar una clase de arte, llevar un diario íntimo, filmar tus sueños, bailar tu historia o vivir cada día de tu vida de manera creativa: por encima de todo, mantén el canal abierto."
Querido amigo, querida amiga perfeccionista, estas palabras que escribo no estarán a la altura que quisiéramos, pero mantengo el canal abierto. Pasarán otras moscas, y formas que a nuestros ojos se verán como deformidades. Entre medio, quizás también alguna luz. Sólo así tal vez un día esta botella arrojada al mar pueda llegar a tus manos para volver a reunirnos, y que cada uno pueda materializar lo que le susurre el corazón: a través de un baile, de una carta, pintando o simplemente, viviendo.
Con mucha imperfección, y plenamente,
R. S.
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