Equivocarse es parte de hacer bien las cosas. Saber integrar el error, abrazarlo. De eso hablábamos en nuestro último post "La equivocación, ese viejo cuco". Pero, ¿en qué consiste abrazar el error? ¿Quiere decir que entonces "todo vale", o que "da lo mismo", o que "mejor entonces no me esfuerzo"? Me pareció un buen momento para ampliar un poco más eso.
Una vez me crucé con un grafiti en mi amada Pavia: "Provare. Fallire. Non importa. Riprovare. Fallire meglio". (Probar. Fallar. No importa. Volver a probar. Fallar mejor).
Me dejó pensando. Probar y fallar. No sé por tus pagos, pero por acá sucede seguido. Volver a probar. Ya es un trabajo. Pero, ¿fallar mejor?
Sí. Fallar mejor. (No "volver a fallar": fallar mejor). A mí me hace acordar al antiguo desafío de no tropezar dos veces con la misma piedra (dos, tres, cuatro, o decenas de veces). Que si vamos a tropezar, que sea con piedras nuevas. Y para que sean nuevas, tengo que poder aprender de las "piedras viejas". Es la gran diferencia entre equivocarse con consciencia y equivocarse sin consciencia. El desafío de cada día, por no decir, de la vida.
Fallar mejor, ¿y a vos qué te resonó?
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