Le dicen Santuario y ocupa una manzana entera del partido de Tres Febrero, en Santos Lugares. Hay gente siempre llegando y siempre partiendo. A las tres empieza una visita guiada a la que se suman cinco personas. El resto de los visitantes parece preferir vivir su propia experiencia.
El lugar tiene algo de mamushka. Una iglesia con luz más tenue debajo de otra iglesia blanca y más luminosa, ambas unidas por largas pasarelas externas. Afuera, ya al aire libre, está la famosa gruta con la imagen de la Virgen de Lourdes. Un altar y varios bancos de oración le dan el aspecto de ser una tercera iglesia más. El cielo hace de techo y hay varios árboles grandes que crecen entre los bancos como fieles. Dan buena sombra y aire fresco.
Alrededor, un perímetro con infinitas cerámicas escritas en colores que los devotos de todas las épocas dejaron en agradecimiento. También un espacio para encender velas, y donde un señor mayor advierte a los gritos tener cuidado, que ya tuvieron que llamar muchas veces a los bomberos.
-Se recuerda que los peregrinos...- se escucha por altoparlante un anuncio que se entrecorta.
-¿Qué es peregrino?- Suelta al aire un niño de unos nueve años, que va acompañado de un amigo de su edad y la que parece ser su abuela. Se hace silencio y la pregunta de repente parece cobrar más protagonismo que la remera amarillo flúor que lleva puesta. -¿Qué es peregrino?- se gira hacia su amigo, y después en un balanceo vuelve a girar su pregunta hacia la derecha: – Abuela, ¿qué es peregrino?- La abuela no contesta.
El niño se queda pensando. Se rasca la cabeza.
“Falta sólo una pregunta para que los milagros se cumplan, pero esta no es hecha”, escribe Mircea Eliade. Alcanza una pregunta.
Romi Scheuschner 🌱✍️
Comments